195 Cuad. Filol. Clás. Estud. Lat. 39 (2) 2019: 195-207 Ernout–Meilletiana Xave
195 Cuad. Filol. Clás. Estud. Lat. 39 (2) 2019: 195-207 Ernout–Meilletiana Xaverio Ballester1 Recibido: 17/7/2019 / Aceptado: 2/12/2019 Resumen. Si bien el Dictionnaire étymologique de la langue latine. Histoire des mots de Alfred Ernout y Antoine Meillet sigue hoy en día constituyendo una obra de imprescindible consulta y referencia dentro de la Lexicografía de la lengua latina, los nuevos marcos teóricos postulados por la Lingüística moderna y los significativos avances obtenidos en el conocimiento de determinados aspectos de la lengua latina o de lenguas que estuvieron en contacto con el latín, permiten ahora responder a cuestiones o interrogantes que quedaron planteadas en la obra de los lingüistas franceses y en algún caso revisar alguna de sus propuestas. Palabras clave: latín; léxico; semántica; diccionario. Ernout–Meilletiana Abstract: The Dictionnaire étymologique de la langue latine. Histoire des mots by Alfred Ernout and Antoine Meillet is still an essential reference work within the lexicography of the Latin language. However, the new theoretical oulines postulated within the framework of modern Linguistics and the significant progress in our knowledge of certain aspects of the Latin language, or of the languages that were in contact with Latin, now permit us to answer questions that were raised in the work of the French linguists and in some cases review some of their proposals Keywords: Latin; Lexicology; Semantics; dictionary. Sumario. 1. De clocca a cólocol. 2. Un pescado para el gourmet Ausonio. 3. Un muy leviano compuesto. 4. ¿Indoeuropeos sin [dos dedos de] frente? 5. Donde tú ‘arrendajo’, yo ‘urraca’. 6. En principio era el verbo (en imperativo). 7. Jugos y juegos. 8. Mundo y lirundo. 9. Secus y sexus: pez y alquitrán. 10. Y despedida al trote. Referencias bibliográficas Cómo citar: Ballester, X. Ernout–Meilletiana, en Cuad. Filol. Clás. Estud. Lat. 39 (2) (2019), 195-207. Las páginas del venerable Dictionnaire étymologique de la langue latine. Histoire des mots, popularmente conocido como el Ernout y Meillet, constituyen todavía hoy un tesoro de datos sabiamente tratados dentro un fructífero diálogo entre aquellos dos enormes talentos filológicos: el latinista Ernout Alfred y el indoeuropeísta Mei llet Antoine, a los que se sumó en sucesivas ediciones un tercer gran talento a veces injustamente olvidado: Jacques André. Es opinión generalizada que este diccionario etimológico, por su rigor, documentación y muchos otros aspectos positivos, repre senta en verdad un modelo ideal para similares empresas en otras lenguas, lo que 1 Universitat de Valéncia. xaverio.ballester@uv.es Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos ISSN: 1131-9062 https://dx.doi.org/10.5209/cfcl.67096 ARTÍCULOS 196 Ballester, X. Cuad. Filol. Clás. Estud. Lat. 39 (2) 2019: 195-207 obviamente no comporta que no sea siempre revisable o eventualmente mejorable. Los propios autores fueron realizando sucesivas «additions et corrections» al texto originario y seguramente, de vivir hoy, habrían seguido haciéndolas, pues la verda dera actividad científica–y también, por lo tanto, la filológica–es un proceso, en cier to modo, continuamente in fieri. En ese sentido no son tantos los autores dispuestos a revisarse y corregirse, ni tantas las obras que hayan conocido cambios substantivos, como–por citar un ejemplo señero–L’accento latino de Bernardi Perini y que en su última edición (2010) deviene un libro casi totalmente distinto de aquel de su prime ra edición (1967). Por otra parte, mientras que son bastante pocos los datos nuevos sobre la lengua latina, pues pocos los textos nuevos que se han sumado a este acervo lingüístico desde la última edición del Dictionnaire, sí ha habido significativos avances en el conocimiento de otras lenguas, sobre todo indoeuropeas, que han podido–si bien a menudo muy indirectamente–aportar nuevos datos, pero son sobre todo ciertos aspectos, ciertas mejoras, digamos, teoréticas o metodológicas las que en la actuali dad, creemos modestamente, sí podrían hacernos afrontar hoy con mayor seguridad algunas cuestiones problemáticas que o bien quedaron simplemente planteadas en la Histoire des mots o bien incluso ni siquiera fueron planteadas. Avances, pues, que ciertamente no podían ser conocidos en la época de confección del diccionario, como la relevancia concedida actualmente a la motivación en el proceso denominati vo o la importancia de los dialectos en la reconstrucción de un continuum lingüístico. Igualmente, en el dilema de elegir entre la homonimia y la polisemia, aún sin caer en los excesos de Pokorny (1959), los autores franceses mantuvieron una posición ecléctica y a menudo equidistante, cuando hoy sabemos que la polisemia es un fe nómeno mucho más frecuente que la excepcional homonimia, la cual si incorrecta mente presupuesta, comporta una drástica reducción de la cronología de la evolución semántica. Disponemos asimismo actualmente de la ayuda de la Tipología lingüísti ca–la comparación con fenómenos análogos en el mayor número de lenguas–como potencial fuente de datos y apoyo para defender diferentes hipótesis o lo contrario. De estos y otros previsiblemente mejorables o enmendables aspectos podrían dar testimonio, creemos, las siguientes voces. 1. De clocca a cólocol Para la muy tardía voz cloc[c]a ‘campana’ nuestros autores suponen un «Origine incertaine» (Ernout & Meillet 1979, 128 s. u.), pero no vemos objeciones a conside rar que la forma tiene, en última instancia al menos, el origen más natural posible: una onomatopeya indirecta, un índice o relación metonímica a partir del sonido que produce el referente, tal como podría esperarse de una entidad tan extraordinaria mente sonora. Cuestión otra es dónde o en qué lengua se generó la onomatopeya. La campana, se acepta, surgió en la Edad de Bronce –material históricamente preferente para su fabricación– por lo que no cabe indagar ninguna raíz común indoeuropea. Naturalmente, una cultura europea tan cercana al territorio lingüístico del latín y tan destacable en la producción metalúrgica como la céltica podría presentarse como una buena candidatura y, en efecto, la densidad y pervivencia del término en las lenguas célticas (galés cloch, antiguo irlandés cloc, irlandés clog…) o de robusto substrato céltico (francés cloche, piamontés cioca, provenzal cloca…) apunta a su origen en 197 Ballester, X. Cuad. Filol. Clás. Estud. Lat. 39 (2) 2019: 195-207 este ámbito o al menos a un papel muy relevante en la difusión del término, ámbito desde el cual podría haberse propagado al latín y a las vecinas lenguas germánicas (alemán Glocke, danés y noruego klokke, holandés klok, inglés clock, sueco kloc ka…) y desde estas a otras lenguas en contacto (posiblemente estonio kellaga). Con el genérico nombre de cólocol (en ruso кóлокол literalmente ‘campana’) era también conocida la campana más grande del mundo o ‘campana del zar’, de más de 6 metros de alzada, fabricada en el s. xviii. Los hablantes rusos habrían recogido este típico término viajero verosímilmente desde una lengua germánica. La adecuación de la forma al significado habría sin duda contribuido al éxito de aquella raíz /klok–/. De hecho en muchas lenguas encontraríamos onomatopeyas para esta voz o al menos sonoras voces expresivas, como las formas eslávicas de bielorruso звон, búlgaro звънец (diminutivo), checo zvonek (diminutivo), eslovaco zvon, esloveno zvonec (diminutivo), polaco dzwon, serbio звоно, ucraniano дзвін… o la probable copia letonia zvans, voces que, en efecto, podrían asimismo en última instancia remitir a una onomatopeya (*¿duan–?). Fuera ya del marco indoeuropeo y con las debidas precauciones podríamos asignar un origen onomatopéyico o al menos expresivo pro bablemente a las voces para ‘campana’ del azerbaiyano zəng, chino zhōng, hausa ka rarrawa, húngaro harang, javanés y malayo lonceng, mongol хонх, rumano clopot, somalio dawan, suajilio kengele, turco çan, uzbeco qo’ng’iroq, vietnamita chuông o zulú insimbi. Nótese que similar pauta parece seguir el nombre de la campanilla, cascabel o similares; baste al respecto aducir su regular denominación en latín: tin tinnabulum, con obvia base onomatopéyica (cfr. tinnire ‘tintinear – [re]sonar’). En suma, como etimología no puede excluirse un origen onomatopéyico, tal como avala el material tipológico disponible, origen que, nos parece, constituiría, en suma, una posibilidad primaria y… campanuda. 2. Un pescado para el gourmet Ausonio Bajo corroco? (sic) los etimólogos franceses apuntan «Forme et sens incertains. Cf. corrococo ‘petite dorade blanche’ à Hossegor (Landes)?» (1979, 144). El término aparece en una de las epístolas que Ausonio dirige a su paisano Teón: referuntur ab unda/ corroco, letalis trygon mollesque platessæ (vv. 59–60 Pastorino 1971, iv; White 1985, xiv…) con las esperables múltiples variantes para un término foráneo: corrhocho, corrocho, corrogo, corroq (u. g. Prete 1978, 255). El texto continúa enu merando algunos peces de la zona mejor o peor identificables. Obviamente es difícil evitar la sospecha de que cōrrōcō represente el nombre local de un pescado y en ese sentido la candidatura céltica y específicamente gálica es la mejor, como se dice aho ra, posicionada. El término, sin embargo, no aparece recogido en el Dictionnaire de Delamarre, pero sí lo que parecen ser los dos miembros del–por tratarse de un tetra sílabo–posible compuesto del aludido ictiónimo moderno corrococo, a saber: cor[r] o ‘[e]nano – pequeño’ (Delamarre 2003, 126 s. corro–, coro–), muy frecuente como primer miembro del compuesto, y coc[co] ‘escarlata – rojo’ (Delamarre 2003, 120– 1 s. cocos, cocos). Aunque morfológicamente y siempre en clave céltica existirían ciertamente otras posibilidades interpretativas, lo expuesto nos daría sin mayor com plicación un significado etimológico de ‘pequeño–rojo’ desde el gálico para aquel corrococo de las uploads/Geographie/ 67096-texto-del-articulo-4564456579196-1-10-20200205.pdf
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- Publié le Jul 11, 2022
- Catégorie Geography / Geogra...
- Langue French
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